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viernes, 2 de abril de 2021

Educación infantil y libros de texto

 Si hay algo que me llama la atención, a lo que me gusta poner el foco y la reflexión,  es a como nos relacionamos las personas adultas con los niños y niñas y a las dificultades que nos encontramos en el camino. A mí, de forma individual, me parece fundamental tomar conciencia de ellas para ofrecer un acompañamiento limpio y poder estar disponible para ellas y ellos. 

Puede ser que nos cueste conectar con la importancia de su juego y con la intensidad de éste, o que nos sobrepase la intensidad emocional o su imperante necesidad de decir NO. Lo que traigo al texto de hoy tiene que ver con la dificultad para comprender el desarrollo cognitivo, el pensamiento y su forma de razonar. Lo traigo a raiz de estas imágenes vistas en un libro de texto de 2º de educación infantil (4 años).








Cuando vi las imágenes me llamaron la atención. Me parecía que tenía que ver con volúmenes y me parecía complejo. Al ver las preguntas lo tuve claro: complejo y desajustado a la forma en que con cuatro años comprendemos la realidad y el lenguaje.

Con cuatro años, según la teoría del desarrollo de Piaget, nos encontramos en el periodo preoperacional o preoperatorio, entre el perioso sensorio-motriz y el operatorio concreto). En el libro "El desarrollo humano" de Juan Delval el autor dice que en este periodo "la acción va por delante de la explicación y de la toma de conciencia". Son capaces de llevar a cabo muchas acciones diferentes, de tener una intención y hacer lo necesario para llevarla a cabo, pero les va a resultar muy difícil (o no van a ser capaces) de explicar o representar lo que hacen.


Pensando en la actividad del libro de texto y en cómo es el acercamiento a cuestiones así (volúmenes, cntidades, tamaños...) cuando tenemos cuatro años, hay dos cosas que me llaman la atención:

La primera tiene que ver con el lenguaje. Dos de los enunciados que aparecen contienen una negación y esto resulta complejo para peques y también para muchas personas adultas. Son frases muy alejadas del manejo del lenguaje que tienen. 

La otra tiene que ver con la comprensión de los volúmenes. Como el resto de comprensiones tiene lugar con la experimentación, la acción, la manipulación. Están haciendo referencia a preguntas que tienen que ver con las tres dimensiones con imágenes en dos dimensiones y esto, aunque nos pueda parecer algo simple, resulta muy abstracto. Si tiene que vaciar una piscina con un cubo, hará unos cuantos viajes hasta conseguirlo. Lo experimentará y quizá, por las características de esta etapa, expliquen lo que han hecho de una forma chocante para los adultos. 

Entonces al ver esta propuesta en el libro de texto pienso "¿por qué y para qué?" Ofrecer (y no sé cuanto de obligatoria u optativa es) esta actividada un grupo de peques de cuatro años es no tener en cuena sus necesidades. ¿Entonces? Pues vuelvo al inicio...

Comenzaba este texto pensando en las dificultades que tenemos la gente adulta para estar con niños y niñas. Algunas de esas dificultades las podemos resolver sabiendo cómo es su desarollo, cuál es su forma de comprender el mundo. De lo contrario, nuestras dificultades pueden suponer faltas de respeto, como es este caso. ¿Por qué me empeño en nombrar nuestras dificultades? Nos resulta muy difícil mirar y escuchar los razonamientos sin estar tentados de cambiarlos, convencerles...

Las preguntas del libro de texto me llevan a pensar, por la relación también con volúmenes, con el concepto de conservación de los líquidos, vinculado a su vez con la noción de identidad de los objetos. 

Noción de identidad de los objetos: un objeto continúa siendo el mismo objeto, mantiene su identidad, mientras experimenta diferentes transformaciones (si corto un plátano por la mitad, sigue siendo el mismo plátano). 

Conservación de líquidos: reconocer la misma cantidad de agua cuando ésta se cambia de recipiente.

El experimento clásico para conocer si un niño o niña ha adquirido esta noción de conservación de los líquidos es mostrarle dos recipientes igules, con la misma cantidad de agua en ambos. Cuando está convencido o convencida de que en ambos recipientes hay la misma cantidad, el contenido de uno de los recipientes se trasvasa a otro más alto y estrecho, de modo que el nivel del agua queda más alejado de la base. Entonces se le pregunta si continúa habiendo la misma cantidad o si hay más en uno o en otro.

 

 



En la etapa preoperatoria, como son los cuatro años, la respuesta más habitual es que la cantidad ha cambiado. Puede ser que se fijen en el alto del agua, o en el ancho, pero no se fijan en las dos. Aunque hayan visto el cambio delante de sus ojos, la conclusión a la que llegan es en base a su percepción en ese preciso momento, mirando esos dos vasos. 

¿A qué viene este apunte teórico? Creo que es una de las situaciones en las que a las adultas nos puede costar más escuchar sin querer convencer o inculcar cuál es la respuesta correcta con frases como "pero, ¿no ves que antes decías que era igual?" "que no, que es la misma cantidad" o riéndonos de su disparatada respuesta. Ante nuestra insistencia, la niña o el niño (sigamos pensando en cuatro o cinco años), puede ser que diga lo que queremos oir, que se sienta ofendida y se enfade, que no quiera responder más... Se le está forzando a algo que va a tardar años en llegar: es a los siete años cuando la mayoría (no la totalidad) reconocen que el líquido se conserva. Forzar a dar una respuesta es no respetar su comprensión. Su respuesta no es un fallo, en absoluto lo es. Se trata de una respuesta perfecta, tan perfecta como la nuestra. Son diferentes por ser de etapas de desarrollo diferentes, y tan perfectas una como otra porque responder a la forma de comprender la realidad. 

De esta dificultad nuestra para observar sin juicio, sin dar por hecho que no necesitan que les metamos prisa para que razonen de la forma adecuada, surge una aceleración en el desarrollo, una aceleración que además es superflua. Damos por hecho que el razonamiento adulto es el correcto y el de niños y niñas es defectuoso, y que cuando antes se parezca al nuestro (como si fuéramos la meta a la que deben aspirar) mejor. Si no, pensamos que cómo puede ser que respondan así, a ver si es que les pasa algo, ¿acaso no lo acaban de ver?, ¿cómo pueden ser tan cabezotas?

Cuando vi esa actividad, con esas imágenes y esos enunciados para determinar si son verdad o mentira, pensé en que es una actividad diseñada para dejarnos tranquilos a los adultos. No hay lugar para que respondan cómo podrían meter una caja en la otra, cómo vaciarían la piscina... Se trata de enunciados adultos para llegar a conclusiones adultas formulados a peques de cuatro años

No les hacemos nungún favor forzándoles a comprender la realidad bajo nuestro punto de vista porque de hecho no les vale para comprender sino para reproducir conclusiones a las que no han llegado y que saben que son las que los adultos queremos escuchar. Pasar por todas las fases es necesario para un aprendizaje sólido. 

Como adultos que somos podemos sostener la perplejidad o tozudez para callarnos y que puedan responder lo que sí es su verdad y que sean escuchados mientras lo hacen.

Otro apunte: cuando hablo de tozudez me refiero a la nuestra, a la adulta. A veces decimos que niños y niñas son cabezotas, que sólo van a hacer las cosas como ellos quieren... ¿Qué tal la propia cabezonería? ¿Qué tal ceder? Muchas veces proyectamos en ellos y ellas aspectos propios que nos cuesta reconocer. Se nos llena la boca atribuyéndoles características que muchas veces son nuestras y que, como un espejo, nos devuelven.


domingo, 30 de diciembre de 2018

Cuerpos acostumbrados al amor

 

Se acaba el año y vamos a estrenar uno de aquí a nada.
La versión resumida de mi mayor deseo, en la imagen superior. 
 A continuación me recreo en los detalles:


Que los cuerpos se llenen de mimos y rebosen carantoñas,
que las pieles se colmen de caricias y se acostumbren a la ternura.
Proporcionemos a los cuerpos experiencias de placer, ternura y sostén.
Que se nos grabe en la memoria de cada célula: 
hay tiempo, espacio y derecho al amor,
para sentirlo y compartirlo.

Bienacostumbremos y biencriemos a bebés, niños, niñas...
Acostumbrémosles (y acostumbrémonos) al amor, 
al contacto suave y tierno de una caricia, 
a la calidez y acogida de un abrazo.

Que cada célula y cada aliento tengan su propia reserva amorosa
para que cuando salgan al mundo, tantas veces hostil, miserable y abrumador,
recuerden experiencias reparadoras y acogedoras.
Que la memoria sea tierna
y podamos recordar que hay tiempo, espacio y derecho al amor.

Que los cuerpos sepan lo que es ser sostenido, mimado, tenido en cuenta,
y sepamos hacer el camino de vuelta al hogar, cálido hogar,
para reponer fuerzas y salir de nuevo a ese mundo tantas veces incomprensible. 

Porporcionemos experiencias de placer, 
calidez,
respeto
y ternura.
Dejemos constancia de que
hay tiempo, espacio y derecho al amor. 


¡Mis mejores deseos para este 2019 que empieza!