Recordar
de pronto una frase de Francisco Peñarrubia leída en "Terapia
Gestalt. La vía del vacío fértil" me ayuda a encajar las
piezas del puzzle: "uno no puede ser sino lo que es en cada
momento". ¿Qué piezas son esas? El proceso terapéutico y el
desarrollo de niños y niñas. ¿Cuál es el puzzle? El desarrollo
humano, el despliegue de la persona, el crecimiento... Seres con
ritmos, necesidades y herramientas distintas, en permanente
desarrollo.
Desde
que nacemos hasta el momento presente estamos en constante cambio:
todo nuestro organismo se transforma, sin excusa ni tregua, sin
perder tiempo. También nuestras necesidades, deseos o prioridades, así como nuestra capacidad cognitiva. Seres en constante cambio que
sin embargo no podemos ser algo distinto a lo que somos en cada
momento; cada instante cambiará, será sucedido por otro y la
situación quizá nos demande otra cosa. En esa nueva situación, de
nuevo, no podremos ser nada diferente a lo que somos.
Las piezas las puzzle...
Comenzar
un proceso de terapia suele estar motivado por un profundo malestar: la vida se
tiñe en muchas ocasiones de bloqueo, frustración, miedo, profunda
tristeza, ansiedad, confusión, sensación de pérdida del rumbo
vital. Se sabe que hay algo que no termina de funcionar, que las
herramientas conocidas y disponibles no resuelven las complicadas
situaciones diarias con las que se teje la vida, o no las resuelven
de forma satisfactoria. En mayor o menor medida estos ingredientes
que producen malestar, sufrimiento y estorban en la consecución de
una vida feliz producen también el deseo de cambiar, de ser o actuar
de una forma distinta a la conocida, de poder aprenderla
inmediatamente. Y eso no es posible, porque "uno no puede ser
sino lo que es en cada momento".
¿Qué
es entonces la terapia? ¿qué sentido tiene si en cada situación
estaremos siendo lo único que podemos ser? ¿no es posible un
cambio, una alternativa a lo ya conocido?
Sin
duda esa alternativa llega, pero primero y ante todo, el camino
terapéutico empieza por un profundo conocimiento propio, de nuestra
forma de caminar por la vida, de reconocer las estrategias con que
contamos. Y asumir que eso es lo que somos en ese momento.
El sentido de la terapia radica en el aprendizaje, en el viaje interior; un viaje hacia uno mismo.
El sentido de la terapia radica en el aprendizaje, en el viaje interior; un viaje hacia uno mismo.
Este
camino de autoconocimiento a veces puede resultar arduo, doloroso,
inquietante... También hay momentos llenos de poder, belleza y
gratitud. Para todas las posibles facetas de este caminar es
importante contar con el respeto como aliado porque "uno no
puede ser sino lo que es en cada momento".
En
el proceso de aprendizaje y desarrollo de niños y niñas sucede esto
mismo: están siendo lo único que pueden ser en cada momento. Sin
duda pueden aprender diferentes habilidades, practicar distintas
soluciones y adoptar nuevas actitudes, pero en cada uno de esos
momentos, son lo único que pueden ser y recurren a lo que saben que funciona: las oleadas de llanto,
la potente rabia, la negativa a compartir, no decir nunca que no, hablar con tono quejumbroso, amenazador o conciliador, el chiste y la risa nerviosa para hacer frente a situaciones de tensión...
Será responsabilidad de las personas adultas que tengan a su alrededor ofrecer alternativas para que tengan a su disposición un repertorio amplio de herramientas que favorezcan su desarrollo completo, sano, satisfactorio. Y antes de esa oferta de alternativas está el reconocimiento de la validez de las estrategias previas: estas diferentes formas de afrontar la vida han tenido sentido, han sido útiles, les han permitido sobrevivir.
En ninguno de los casos se trata de adoptar una actitud resignada, o eludir la responsabilidad de buscar distintas opciones cuando son necesarias; se trata de ver y reconocer el punto en el que se está para así saber qué se necesita, qué recursos se tienen y cuáles faltan, y efectivamente (con todo ese conocimiento) emprender un nuevo camino en el que de nuevo uno no podrá ser sino lo que sea en cada momento.
¿Por
qué repito tantas veces el título? Porque teniendo en cuenta que,
tal y como repite mucho una amiga mía, hacemos lo que podemos, soltaremos
un poco de carga de la mochila de la exigencia, la expectativa, la
culpa y el castigo. Mejor nos irá (tanto siendo los protagonistas
del camino terapéutico como acompañantes del proceso de desarrollo
de alguno o varios peques) si tenemos una mirada amorosa, curiosa y paciente
hacia quienes aprenden algo nuevo.
Respeto absoluto a los procesos de desarrollo, sean de adultos que buscan una vida más satisfactoria, sana y plena o de peques que conquistan columpios, comparten juegos con sus iguales y aprenden a atarse los cordones.
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