Se
suele decir que las niñas y niños de hoy son el futuro. Y esto es
un sí, y es un no. Niñas y niños lo son de su presente, es su día
a día lo que les pertenece. A todas las personas nos pertenece
nuestra cotidianidad, pero a los adultos se nos difumina entre los
quehaceres, las planificaciones, los recuerdos y el estrés. Nos
desconectamos. A las niñas y a los niños aún no les sucede tal
cosa: viven en su presente, un instante sucediendo a otro.
Sin
duda, si la vida puede seguir transcurriendo, estas criaturas
disfrutarán de su futuro. Y seguirá siendo principalmente eso,
suyo. Formarán parte de diferentes grupos, de una sociedad, de una o
varias familias... Lo harán de la forma que elijan, en la medida que
puedan. Con las actividades que desarrollen en diferentes ámbitos
tendrán repercusiones en la vida de otras personas, quizá en la
organización y economía de los estados a los que pertenezcan, en la
transmisión de los valores sociales y culturales a siguientes
generaciones...
Y
siendo cierto de que formarán parte de la sociedad futura, a veces
nos olvidamos de su presente, de su día a día, de cada uno de los
momentos que viven intensamente. Tanto nos fijamos en su participación en la
vida de los próximos años que muchas veces les ponemos una carga
enorme a su espalda: son el futuro, son la esperanza. Cuando decimos
esto, ¿de qué estamos hablando? ¿Estamos hablando de que nos
paguen las pensiones o de que establezcan relaciones respetuosas,
cuidadosas y honestas? ¿Nos referimos a que se hagan responsables de
nuestras vejeces y nuestras enfermedades? ¿O estamos queriendo
eludir nuestra responsabilidad en el necesario cambio de sociedad,
pretendiendo que sean ellas y ellos quien, en su futuro, lo hagan?
Dejando
de verles presentes y fantaseando en cómo formarán parte de la
sociedad del mañana, les responsabilizamos con algo que no están
eligiendo. De tanto pensar en ese futuro, no nos permitimos acompañar
su día a día a través de su mirada, pendientes de su ritmo... y
les vamos aleccionando para que aprendan a formar parte de algo que
aún ni siquiera conocen.
Estoy
plenamente convencida de que realizar un cambio en los patrones
sociales y culturales es imprescindible; es una responsabilidad de
las personas adultas, no de niñas y niños, y es además una
responsabilidad ineludible teniendo en cuenta el panorama actual:
vivimos en un mundo donde se vulneran los derechos humanos
constantemente, se desprecia y descuida la naturaleza, fomentamos un
ocio de consumo, naturalizamos la violencia en las relaciones, nos
desconectamos de nuestra propia vida emocional y corporal para entrar
a formar parte de la cadena que perpetúa todo esto. Es momento
(siempre lo es) de poner conciencia a cómo nos relacionamos, cómo
vivimos, y de pararnos a ver si llevamos la vida que queremos. De la
misma forma en que decía que las niñas y los niños tienen derecho
a vivir su presente, las personas adultas tenemos el derecho y la
responsabilidad de vivir el nuestro. Nuestra vida es nuestra
responsabilidad.
Por
otro lado, asumiendo la posibilidad que serán ellas y ellos quienes
construyan el futuro de los seres humanos, ¿les estamos dando
efectivamente herramientas o modelos para que puedan hacer un cambio
en la sociedad? Somos las adultas quienes presentamos el mundo a los
pequeños y...
...
si ofrecemos la televisión sin filtro (con su información sesgada,
su publicidad, sus modelos de relación en series y películas),
conectada permanentemente;
...
si chantajeamos o premiamos con la alimentación como "herramienta
educativa";
...
si no nos paramos a escuchar con interés que se aburren en el
colegio, o que allí no se sienten bien, o que no entienden qué
hacen allí;
...
si nos burlamos cuando se caen, o no dejamos que se caigan nunca;
... si confundimos autoridad con autoritarismo, o amor con permisividad;
... si confundimos autoridad con autoritarismo, o amor con permisividad;
...
si somos incapaces de acompañar sus procesos de desarrollo sin
dirigir cada uno de sus pasos, sin castigar sus deseos, sin
validar sus opiniones;
... si no somos capaces de poner límites o sostenerlos;
... si no somos capaces de poner límites o sostenerlos;
...
¿qué futuro crearán? Seguramente no difiera mucho de este presente
enfermo en el que estamos, del que nos quejamos y queremos que ellos
cambien porque para nosotros ya es muy difícil. Ellos y ellas que
aún no están condicionados, que son más puros, seguro que lo
tienen más fácil. Como en cualquier caso tendrán su propio proceso
de socialización de la mano de las personas adultas que tengan
alrededor, ¿qué tal si somos nosotras y nosotros quienes realizamos
una reflexión, una toma de conciencia? ¿qué tal si les proveemos
de herramientas y modelos que permitan otra vida?
No
es cuestión de realizar clases magistrales de cómo debería ser el
mundo, sino de cuestionarnos, de parar a pensar y elegir, cada día,
formas de relación que favorezcan la felicidad y el desarrollo de
cada una de las personas inmersas en dicha relación. Somos
responsables de favorecer un entorno que facilite un despliegue de
toda su persona, con salud, con amor, con autonomía, con respeto. No
hay necesidad de mirar al futuro; reflexionando y eligiendo qué
presente queremos, cómo queremos vivir y compartir, cómo nos
queremos comunicar en cada momento, ya estamos cultivando para el
mañana.
Todo
eso sucede hoy, el camino siempre empieza ahora.
Muy interesante, me ha encantado!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Me alegra saberlo.
ResponderEliminarFelicidades por el artículo! Por darnos la oportunidad y reflexionar y poner la atención en los niños/as. Un gran aprendizaje. Gracias!
ResponderEliminar¿Gracias Raquel!
EliminarMe siento afortunada de poder reflexionar a diario en mi trabajo. ¡Aprendo tanto!