martes, 4 de febrero de 2020

Infancia, la edad sagrada. Unos apuntes del libro de Evânia Reichert



"La compulsión a educar puede observarse con claridad en la relación entre adultos y niños. Ejemplos: cuando los criterios educativos se van alternando según el estado emocional de los que son grandes y no por la actitud de los pequeños; cuando el adulto se coloca en la posición del que siempre está seguro, hasta cuando se equivoca; cuando el educador proyecta sus miedos personales en el niño y hace de eso una forma de educar; cuando los mayores se sienten en el derecho de interferir con sus estados de ánimo en el estado emocional infantil, a la hora en que quieran y de la forma en que deseen, sin respetar el proceso biopsicológico de los niños; o cuando el adulto necesita interferir, constantemente para demostrar que está educando."

Evânia Reichert. Infancia, la edad sagrada.

En este libro, la autora repasa las etapas de desarrollo (las edades preciosas y sensibles de la infancia, tal y como las nombra) atendiendo a las necesidades, retos y posibles riesgos que aparecen en cada una de ellas. Parte de las ideas de Wilhem Reich, psicoanalista pionero en atender al cuerpo y no solo al discurso de los pacientes. La mirada de este autor hacia la neurosis va más allá de un concepto individual, y la sitúa como problema social, como una cadena que se va transmitiendo de generación en generación; la represión y coraza de una generación se pone de manifiesto en la relación con la generación venidera, reproduciéndose lo que llamaba peste emocional o neurosis social. Una de las manifestaciones de la perpetuación de este problema social está en la compulsión a educar de la que habla la autora en el párrafo que he compartido. Como antídoto para este problema y para favorecer un desarrollo pleno del Ser, plantea una triada de autorregulación, respeto biopsicológico y buenos vínculos. Cada uno de los componentes de esta triada da para mucho, pero si hay que empezar por algo, comencemos con un ejercicio de autorreflexión. En educación y crianza se habla mucho de la necesidad de límites, de cómo ponerlos, de cuáles son necesarios... Aquí la reflexión, tomada también de la autora: “el límite establecido, ¿fue una forma de ayudar al niño o tan solo una señal de nuestra impaciencia, irritación o malhumor?”.

Estar con niños y niñas remueve, moviliza las propias heridas de la infancia, nos pone de cara las dificultades que tenemos en nuestras relaciones. Por todo esto, es una oportunidad para nosotros los mayores, para favorecer nuestro desarrollo personal con el que, de paso, estaremos haciendo un gran favor a los pequeños. ¿Qué me pasa cuando pongo un límite? ¿Qué emoción me desespera? ¿Qué conflictos me cuesta sostener? Oportunidades cotidianas para reflexionar y favorecer la salud colectiva.

Termino con otro fragmento del libro (cuya relectura me está reencantando y dando para mucho): "Cultivar el respeto psíquico y físico de los adultos hacia los pequeños -sean o no nuestros hijos- y de o adultos entre sí es el gran desafío de hoy. Lo demás vendrá por añadidura."

No hay comentarios:

Publicar un comentario