jueves, 18 de abril de 2019

Deflexión en la relación con niños y niñas

Cuando escribí de la deflexión a raíz del poema de Fernando Pessoa me di cuenta de que quería seguir profundizando en este asunto de una forma más específica: cómo la deflexión aparece en el encuentro con el niño o la niña. Me uso a mí misma para profundizar un poco en este asunto, tomando como referencia el trabajo teórico en el que baso las charlas y talleres "En relación". Este trabajo es una reflexión en torno a los puntos comunes entre la terapia gestalt y el acompañamiento respetuoso de niñas y niños y en él planteo, entre otras cosas, mi cambio de mirada en cuanto a mi forma de relacionarme con peques.

...echando la vista atrás
Cuando salí de la mecánica conocida de interactuar con peques me encontré en un lugar desconocido. Hasta el momento en el que me encontré con estas lecturas y reflexiones, yo me apoyaba en lo aprendido de forma directa o viendo a otros compañeros monitores en los campamentos, a la gente de más experiencia en las reuniones... Tenía claro que no quería agredir físicamente a ninguno de los peques con quienes trabajaba, pero más allá de ahí poco me cuestionaba acerca de cómo se hace sentir el respeto, cómo podría vivirse mi interacción con ellos y ellas. No me planteaba salir de mi posición de superioridad porque ni siquiera la veía. El cambio en mí efectivamente se produjo cuando comencé a ver a niños y niñas como seres con la capacidad de desarrollarse por sí mismos, que saben lo que necesitan en cada momento y que al mismo tiempo son dependientes del entorno que les rodea para satisfacer estas necesidades. Ahora me reconozco como autoridad para los niños, sin que eso signifique que ellos y ellas sean inferiores a mí.
Y ahí está el encuentro... mirar a los ojos de un pequeño o de una pequeña, una criatura tan diferente a mí, tan dependiente de mí, y tan capaz para múltiples cosas. En esa diferencia fácilmente aparece la angustia que en palabras de Fritz Perls "no es más que la tensión entre el ahora y el después. Son pocos los que pueden soportar esa tensión" (Sueños y existencia). Angustia como incertidumbre que tapamos interrumpiendo el flujo de contacto y retirada: los mecanismos neuróticos entran en acción. 


La deflexión es uno de esos mecanismos: "una maniobra tendiente a soslayar el contacto directo con otra persona, un medio de enfriar el contacto real [...] Todas estas deflexiones destiñen la vida" dicen los Polster. La deflexión puede ser por defecto (restando importancia, haciendo bromas de lo que sucede) o por exceso, intensificando el síntoma. En cualquiera de los casos podría ser equivalente a escapar(se), escabullir(se), distraer(se) del momento presente y lo que se está sintiendo. 



Y con peques, ¿cuándo aparece esta deflexión? 
Vamos con dos ejemplos:
 

- Con relación al llanto: 
Escuchar llorar no es gratis: irascibilidad, frustración, desesperación o angustia que no es fácil de sostener y ante la cual, entre otras cosas, para procurar salir indemnes distraemos. Es muy habitual distraer al bebé cuando llora intensamente, así como cuando manifiesta otra conducta que los adultos no deseamos. Cuando ante el llanto infantil el adulto que tiene cerca, que seguramente no pueda sostener ese llanto, le ofrece una o varias distracciones quizá lo haga con el deseo de sacar a esa criatura de ese "mal rato" (y de paso, y sobre todo, del suyo). 
Así me encuentro buscando imágenes que reflejen el llanto... No me gustan en absoluto las fotos de bebés o niños y niñas llorando, y las ilustraciones o iconos que encuentro me parecen caricaturas ridículas.

Esta forma de proceder se apoya en la creencia de que cortar el llanto fuera sinónimo de bienestar y sin embargo no es tal la relación. La siguiente es una reflexión propia de hace un tiempo: "Ayer por la tarde y hoy por la mañana he tenido un ánimo apático, irascible, confuso... Durante la mañana de hoy he pensado qué podía hacer con esa sensación, esa irritabilidad… Y he decidido sostenerla. Me he acordado de T., de su llanto desconsolado: cuando le llega la tristeza o la rabia no queda otra que vivirlas. Me he acordado de él cuando me he distraído de mi malestar y he sonreído viendo caer una hojita del bonsai sobre la mesa. T. se distrae si ve mi moño mientras le cambio, o si oye una moto o ladridos. Igual que no pretendo quedarme ensimismada con la hoja para toda la mañana y así evitar el malestar, no puedo pretender que T. pase a estar alegre a partir de una puntual distracción de su llanto".
 

En muchos casos veo cómo un niño o niña busca sus propias vías para dejar de llorar (como en el ejemplo anterior) pero si aún le queda llanto dentro, vuelve a la tarea inconclusa hasta de verdad quedar satisfecho. El llanto es una excreción del organismo, una herramienta del organismo tal como el sudor o la orina mediante la cual el cuerpo se deshace de aquello que necesita deshacerse: es distinta la composición de la lágrima habitual que lubrica el ojo de la que se produce por un dolor físico o emocional, ya que en la composición bioquímica de ésta se registra, por ejemplo, la presencia de proteínas y hormonas relacionadas con el estrés. El cuerpo siguiendo su plan interno de desarrollo, se autorregula. 

Siendo el llanto el lenguaje habitual de bebés y niños pequeños, no se ve sin embargo como una manifestación de la sabiduría del organismo, sino que muy a menudo se penaliza, se cuestiona o interrumpe. El efecto pernicioso de la penalización de la expresión emocional está quizá más aceptado que el de la distracción - deflexión. Sin embargo también resulta una pérdida: el niño o niña se desconecta de sí y pierde confianza en las herramientas de las que dispone ante la respuesta de quienes le rodean y cuidan cuando las usa a favor de su autorregulación y bienestar.


- Con relación a la ternura: 

Si no se tolera la propia ternura, si una persona adulta no está acostumbrada a manifestarla y sentirla sin más, ¿cómo se la puede transmitir a un bebé? ¿Puede la ternura resultar intolerable? ¿incomprensible? Habitualmente la ternura se entiende como precedente del sexo, como factor de debilidad, algo que se puede experimentar cuando se está enfermo, triste… pero no tan tolerable como para disfrutarla sin más, por el placer del contacto. 

Cuando un bebé y quizá en mayor medida un niño más mayor pide, busca o inicia momentos de ternura, mimos y caricias, puede ser que reciba otra cosa: en vez de una caricia tierna, unas cosquillas explosivas; en vez de un abrazo suave, un avasallamiento de besos que aunque más sonoros pueden resultar menos cálidos. En este caso, a diferencia del relacionado con el llanto, nos encontramos ante una deflexión por exceso: en vez de quedarnos en lo sutil, pequeño o delicado que está teniendo lugar, lo exageramos para escapar de esa intimidad que se está generando y que muchas veces nos asusta


Puede tratarse también de otras muestras de ternura: el regalo de algo significativo, una mirada atenta a lo que hacemos, una sonrisa cargada de ilusión. Vuelvo a nombrar la frase de Perls: la angustia  "no es más que la tensión entre el ahora y el después. Son pocos los que pueden soportar esa tensión". Esa tensión merece la pena ser sostenida para quedarnos en ese momento, conectados y conectadas con la otra persona que nos está mostrando y brindando su preciosa presencia. Sostener la emoción, que puede ser arrolladoramente sutil, terriblemente tierna, profundamente amorosa...


Mientras escribo la vuelvo a sentir recordando esos momentos de corazones conectados: calor en el pecho, sonrisa en el rostro. Momentos dulces y momentos complicados.  

Os invito con mi mejor de los deseos a permanecer en esa conexión y esa presencia, sea cual sea la vivencia: compartir(se) desde el corazón.

 

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